Combatir al Crimen Organizado NO es tarea de un Embajador de EU

Combatir al Crimen Organizado NO es tarea de un Embajador de EUA: Por Gonzalo Manrique

La reciente nominación de Ronald Johnson como embajador de Estados Unidos en México y el ascenso de Christopher Landau a subsecretario de Estado despiertan preocupaciones justificadas sobre el carácter y el alcance de la relación entre ambos países. Estas designaciones, que subrayan la prioridad del gobierno estadounidense en materia de seguridad y combate al narcotráfico, ponen a prueba la soberanía de México. Y es que, aunque la colaboración bilateral es fundamental, combatir el crimen no es, ni debe ser, tarea de un embajador extranjero.

Ronald Johnson, exmiembro de las fuerzas especiales de Estados Unidos y con una extensa carrera en la CIA, trae consigo una agenda de seguridad que amenaza con traspasar los límites de la diplomacia. Su historial en El Salvador, donde trabajó estrechamente con el gobierno para reducir la violencia y la migración, lo posiciona como un operador efectivo, pero también como un agente cuya prioridad no es necesariamente el bienestar soberano de las naciones que representa. En ese contexto, la posibilidad de que Johnson extienda esa mano firme en México plantea riesgos claros: ¿cómo evitar que su enfoque no derive en una injerencia directa en asuntos internos?

Por otro lado, Christopher Landau, cuya experiencia previa como embajador en México fue marcada por un enfoque pragmático en temas migratorios y comerciales, también será clave en esta dinámica. Aunque su estilo ha sido descrito como colaborativo, su posición como subsecretario de Estado bajo una administración centrada en el lema “America First” podría presionar a México hacia políticas que prioricen los intereses estadounidenses.

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La Soberanía es primero

La lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado debe ser liderada por las autoridades mexicanas, con base en una agenda que refleje nuestras prioridades y necesidades. Que un embajador celebre como objetivo “combatir el crimen organizado” revela una preocupante falta de comprensión sobre los límites de su cargo. La seguridad nacional no es una misión compartida en términos operativos; es una responsabilidad soberana. Si bien las credenciales de Johnson y Landau pueden interpretarse como una apuesta por la eficacia y el pragmatismo, también es cierto que sus trayectorias reflejan una preocupante tendencia hacia el intervencionismo.

No se trata de rechazar la colaboración ni de cerrar las puertas al diálogo, sino de dejar en claro que la agenda bilateral debe construirse desde el respeto mutuo y la no injerencia. México no puede permitir que su territorio se convierta en un campo de operaciones para intereses ajenos. Combatir al crimen organizado es un reto que debe afrontarse desde nuestras instituciones, con apoyo internacional si es necesario, pero siempre bajo nuestros propios términos.

Estados Unidos debe entender que su papel como aliado no es dirigir, sino acompañar. Y nosotros, como mexicanos, debemos reafirmar nuestra autonomía y capacidad para enfrentar nuestros propios retos. Este es el momento de fortalecer nuestra soberanía y hacer valer nuestro papel en la relación bilateral. “La soberanía no es negociable, y nuestra seguridad no puede estar supeditada a los intereses de otra nación”. Noroña, 2024.