Por Jorge Guerrero
El inicio de un nuevo año suele estar cargado de esperanza y motivación. Es un momento en el que muchos reflexionamos sobre nuestra vida y nos planteamos propósitos para mejorar. Sin embargo, detrás de esa práctica común prevalece un patrón que puede ser poco efectivo: iniciar con entusiasmo, abandonar a las pocas semanas y esperar un nuevo ciclo para volver a intentarlo.
Mejorar nuestra salud no debería ser solo una reacción al cierre del año o un intento de “compensar” los excesos de las fiestas. Debería ser un acto consciente, un compromiso profundo con nosotros mismos. La clave está en hacer las cosas por mejorar de manera integral, no como un ciclo que inicia y se abandona, sino como una forma de vivir.
Es fundamental priorizar la constancia sobre la intensidad. Muchos comienzan el año con cambios drásticos: dietas extremas, rutinas de ejercicio agotadoras o intentos bruscos de dejar hábitos nocivos. En cambio, elegir pequeños cambios graduales y mantenerlos a lo largo del tiempo es mucho más poderoso. Por ejemplo, en lugar de comprometerte a ir al gimnasio cinco días a la semana desde enero, empieza por caminar 20 minutos diarios y aumenta progresivamente.
La conciencia diaria es otro elemento esencial. Cada día es una oportunidad para elegir el bienestar, sin esperar a que sea lunes, enero o el próximo año. Pregúntate al despertar: “¿Qué puedo hacer hoy para cuidar mi salud?” Esa pregunta te ayudará a tomar decisiones que no solo cumplan con un propósito anual, sino que se conviertan en parte de tu rutina de vida.
Rompe el hábito de justificar retrocesos con excusas. Uno de los mayores obstáculos es pensar: “Ya rompí mi dieta, mejor la retomo el lunes,” o “Hoy no fui a entrenar, mañana compenso.” En lugar de castigarte por un tropiezo, reconoce que el progreso no es lineal y sigue adelante al día siguiente. Lo importante no es la perfección, sino la perseverancia.
Además, construir conciencia implica reconocer el impacto de nuestras acciones a largo plazo. Fumar, comer en exceso, beber alcohol sin moderación o llevar una vida sedentaria no son hábitos que afecten solo el presente; son elecciones que deterioran nuestra salud lentamente.
Enfócate en el equilibrio y la integridad. Si bien es positivo plantear metas específicas como hacer ejercicio, dejar el cigarro o comer de forma más saludable, estos hábitos deben formar parte de un compromiso integral con tu bienestar. No se trata de hacer “lo mínimo” para sentirnos saludables, sino de desarrollar un estilo de vida que sea sostenible, gratificante y significativo.
Finalmente, deja de ver el cambio como algo que debe iniciar en un momento específico. La verdadera transformación no empieza en enero ni termina en diciembre; es un proceso continuo.Al final, como decía Ramón de Campoamor: “Nada es verdad, nada es mentira; todo es según el cristal con que se mira”.
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