Por Jorge Guerrero
Nuestro cuerpo es una máquina extraordinaria, capaz de adaptarse y resistir a una gran cantidad de abusos. Durante años, puede soportar malos hábitos, compensar nuestras decisiones erróneas y seguir funcionando, aunque no siempre en óptimas condiciones. Sin embargo, llega un momento en que el cuerpo dice basta. Esa capacidad de adaptación tiene un límite, y cuando lo alcanzamos, las señales de advertencia comienzan a aparecer, a veces de forma tan silenciosa que las ignoramos hasta que es demasiado tarde.
Como hemos visto en artículos anteriores, el estilo de vida que llevamos hoy es el que define cómo será nuestra salud en el futuro. Si tratamos bien a nuestro cuerpo, este responde con bienestar, energía y longevidad. Pero si lo descuidamos, él también se cansará de nosotros y dejará de ayudarnos. Y, cuando el cuerpo se rinde, las consecuencias pueden ser devastadoras.
Uno de los ejemplos más claros es la hipertensión, una condición que muchos ignoran hasta que es demasiado tarde. Al principio, el cuerpo puede compensar la presión alta, ajustando la forma en que bombea la sangre o cómo manejamos el estrés. Sin embargo, si no cuidamos la hipertensión, las consecuencias llegan tarde o temprano. Un infarto al corazón, un derrame cerebral o insuficiencia cardíaca son el resultado de un cuerpo que ha estado gritando por ayuda durante años, pero al que no le hemos prestado atención.
El mismo patrón se repite con la diabetes. El cuerpo, durante años, lucha por mantener el equilibrio ante niveles elevados de glucosa en la sangre. Trata de protegernos, de amortiguar los daños. Sin embargo, cuando la diabetes no es controlada, los órganos vitales empiezan a deteriorarse. Los riñones fallan, la visión se ve comprometida y las extremidades se ven afectadas. Las complicaciones no son inmediatas, pero, a menudo, después de una década de malos cuidados, el cuerpo finalmente se rinde.
Este mismo proceso ocurre con muchas otras enfermedades crónicas. La obesidad, la dislipidemia, la mala alimentación y el sedentarismo desgastan lentamente al cuerpo. Nos acostumbramos a vivir con pequeñas molestias, con señales que parecen menores: el cansancio constante, la falta de aire, el dolor de cabeza ocasional. Pero esas señales son el cuerpo diciéndonos que algo está mal. Cuando decidimos ignorarlas, el precio puede ser alto.
Pero ¿Cómo evitar que el cuerpo se rinda?, la buena noticia es que no tenemos que esperar a que el cuerpo se canse de nosotros. Podemos tomar el control y hacer cambios antes de que llegue a ese punto. Mantener un estilo de vida saludable, con una dieta balanceada, ejercicio regular y control médico periódico, puede marcar la diferencia entre una vida llena de bienestar o una vida llena de complicaciones.
El cuerpo nos da tiempo, nos da advertencias, nos da oportunidades para cambiar. Sin embargo, como diría Ramón de Campoamor: “Nada es verdad, nada es mentira, todo es según el cristal con que se mira».
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