Por Jorge Guerrero
En nuestra exploración de los desafíos de la salud, hemos abordado los derechos de los pacientes, la seguridad en los establecimientos de salud y la importancia de un tratamiento adaptado a las características individuales, así como el resaltar que lamentablemente México lidera las estadísticas de sobrepeso y obesidad en el mundo. Ahora, nos sumergimos en un aspecto crucial: los determinantes sociales en salud, los cimientos sobre los cuales se erige el bienestar de las sociedades.
Los determinantes sociales, como las condiciones económicas y sociales, el entorno físico, las redes de apoyo social, el acceso a servicios de salud y la educación, son piezas fundamentales que configuran la salud de las personas y las comunidades. En México, estas variables adquieren una importancia extraordinaria, delineando la realidad de la salud pública y generando impactos significativos en el bienestar general.
Las desigualdades socioeconómicas, por ejemplo, se manifiestan como brechas en los ingresos y el acceso a oportunidades educativas y laborales, generando disparidades en la salud. A esto se suma el acceso desigual a servicios de salud, donde la ubicación geográfica y el nivel socioeconómico influyen en el acceso a la atención médica de calidad. El entorno alimentario también juega un papel clave, con disparidades en la disponibilidad de alimentos saludables y opciones no saludables.
La urbanización y los estilos de vida sedentarios, impulsados por cambios en el entorno urbano, contribuyen al aumento de enfermedades crónicas. La educación, por otro lado, se erige como un determinante crucial que influye en la capacidad de las personas para tomar decisiones informadas sobre su salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), con su enfoque integral, destaca la importancia de abordar estos determinantes sociales para mejorar la salud global. Es un llamado a la acción que trasciende las fronteras nacionales, instando a los países a priorizar políticas que corrijan estas inequidades y fortalezcan los cimientos de la salud pública.
La corresponsabilidad se erige como un valor esencial en este empeño. Gobiernos, sectores públicos y privados, individuos y comunidades deben colaborar en la modificación de estos determinantes. Desde diseñar políticas inclusivas hasta fomentar entornos que promuevan la actividad física y faciliten el acceso a alimentos saludables, la corresponsabilidad abarca todos los ámbitos de la sociedad.
En resumen, los determinantes sociales en salud exigen una atención prioritaria. Reconocer su impacto y trabajar de la mano para modificarlos es esencial para construir sociedades más saludables y equitativas. En este desafío, recordemos que la salud es un bien compartido y que la acción colectiva y la corresponsabilidad son las vías para forjar el camino hacia un futuro más saludable para todos. Sin embargo, es importante recordar que, como bien dijo Ramón de Campoamor, «Nada es verdad, nada es mentira, todo es de acuerdo al cristal con que se mira».
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