Por Jorge Guerrero
En las últimas colaboraciones abordamos el impacto de diferentes condiciones ambientales en la salud del ser humano. Hoy hablaremos de una condición que escuchamos y vivimos todos los días: el estrés. Pero ¿qué es, cómo se traduce en el ser humano, para qué sirve y cómo afecta, en su caso, la salud?
En primer término, es importante decir que el estrés es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones que percibimos como amenazantes o desafiantes, es decir, es un mecanismo de defensa natural. Sin embargo, la reflexión inicial es que el ser humano cada vez más sufre situaciones que lo amenazan.
Esta respuesta fisiológica se activa mediante la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina, necesarias para enfrentar situaciones difíciles. Si bien esta reacción puede ser beneficiosa en pequeñas dosis, ayudándonos a ser más alertas y preparados, el estrés crónicoo excesivo puede tener efectos negativos profundos en nuestra salud.
En una situación estresante, nuestro cuerpo reacciona de varias maneras. El ritmo cardíacoaumenta para bombear más sangre a los músculos, la presión arterial se eleva para asegurar que los órganos vitales reciban suficiente oxígeno y nutrientes, los niveles de azúcar en sangre se incrementan proporcionando una fuente rápida de energía, y las funciones no esenciales como la digestión se ralentizan para conservar energía para la “lucha o huida”.
En situaciones de corto plazo, el estrés es extremadamente útil, pero de manera repetida puede causar o empeorar hipertensión, diabetes mellitus y muchas otras enfermedades prevalentes, incluso puede causar ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares.
El estrés causa además trastornos digestivos como el síndrome del intestino irritable y las úlceras, además de debilitar el sistema inmunológico, lo que aumenta la susceptibilidad a infecciones y enfermedades.
Por fortuna, existen múltiples estrategias para manejar y reducir el estrés. El ejercicio regular ayuda a reducir los niveles de cortisol y aumenta las endorfinas, hormonas de la satisfacción y felicidad. Las técnicas de relajación como la meditación, el yoga y la respiración profunda pueden ser muy efectivas. Mantener hábitos saludables como una dieta balanceada, dormir lo suficiente y evitar el consumo excesivo de alcohol y cafeína también es crucial. La gestión del tiempo, priorizando tareas, delegando responsabilidades y estableciendo límites, puede reducir la sobrecarga. Además, buscar apoyo social hablando con amigos, familiares o un profesional de la salud mental puede proporcionar alivio y perspectiva.
Para terminar, es importante tener conciencia de que el estrés existe y que manejar esta condición no es fácil, pero sí necesario. Sin embargo, como en este y otros temas, bien decía Ramón de Campoamor: “Nada es verdad, nada es mentira, todo es según el cristal con que se mira”.
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