Por Jorge Guerrero
En la colaboración anterior, abordamos la perspectiva de las personas que tienen más pasado que futuro, refiriéndonos a aquellas que están en la quinta década de vida. Hoy, profundizaremos sobre la importancia de la movilidad para el ser humano.
La inactividad se ha identificado como un riesgo para la salud tan grave como enfermedades crónicas tales como la diabetes y la hipertensión. En este contexto, la movilidad, tanto física como mental, se erige como un pilar fundamental para el bienestar y la autonomía, especialmente en las etapas avanzadas de la vida. El valor de ser funcional, de ser independiente, de poder bañarse solo, de caminar o de amarrarse las agujetas, por ejemplo, tiene un gran significado y habla de la calidad de vida del ser humano. Sin embargo, estas condiciones no se logran solas; es necesario entender la importancia de moverse y hacerlo correctamente.
La movilidad física comprende la capacidad de moverse libre y eficientemente, facilitando actividades diarias y ejercicio, mientras que la movilidad mental involucra la agilidad de la mente para procesar información, resolver problemas y adaptarse a nuevos desafíos.
Mantener una movilidad óptima es crucial para prevenir enfermedades, mejorar el manejo del peso y aumentar la longevidad. Activar la mente regularmente puede disminuir el riesgo de enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.
La movilidad diaria y consciente implica realizar actividades cotidianas con seguridad para prevenir accidentes como caídas, que son comunes y peligrosas, especialmente en adultos mayores. Prácticas como subir escaleras de manera segura, evitar resbalones en el baño y emplear técnicas adecuadas para levantarse de la cama son esenciales para prevenir lesiones graves, como fracturas de cadera.
Tener conciencia del valor de la movilidad desde la niñez y la juventud marca una gran diferencia frente a quien nunca le dio importancia. Incorporar rutinas de movilidad, caminar, taichi, yoga y ejercicios de fuerza para mejorar la estabilidad y reducir el riesgo de caídas; instalar barras de apoyo y asegurar alfombras para evitar tropiezos; utilizar zapatos con buen soporte y suela antideslizante; participar en juegos de mesa, rompecabezas y lectura para mantener una mente activa; visitar regularmente a personal de salud para adaptar ejercicios a necesidades individuales; y mantener una dieta rica en nutrientes esenciales para la salud ósea y muscular resulta mucho más económico que el costo de una caída.
Es crucial no solo moverse, sino hacerlo de manera segura y consciente para evitar accidentes y mantener la independencia.
Que sirva esta columna como un llamado a la acción: evalúa tu nivel de actividad física y mental y toma medidas proactivas para mejorar tu movilidad y seguridad. Recuerda, “el que no se mueve, empieza a morir”. Comprométete hoy con una vida más activa y segura.
Sin embargo, en la salud y la enfermedad, como en todo, como bien dijo Ramón de Campoamor, “Nada es verdad, nada es mentira, todo es según el cristal con que se mira”.
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