• 4 de noviembre de 2024 11:32

Desde el Cristal con que se Mira… «Hígado Graso: La Nueva Epidemia que Pone en Riesgo Tu Salud»

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En el mundo moderno y como consecuencia de los nuevos jinetes del Apocalipsis de los que hablamos en artículos previos, el hígado graso se ha convertido en una preocupación de salud pública a nivel mundial y en nuestro país. Esta condición está especialmente vinculada al síndrome metabólico y a un estilo de vida que a menudo prioriza la inmediatez sobre la salud. Conocido médicamente como esteatosis hepática, el hígado graso es una afección caracterizada por la acumulación excesiva de grasa en el hígado. Si bien en algunos casos puede parecer inofensiva, cuando progresa sin tratamiento, puede derivar en inflamación, fibrosis y, en etapas avanzadas, en cirrosis hepática.

El hígado graso ocurre cuando más del 5-10% del peso del hígado está compuesto de grasa. Existen dos tipos principales: el hígado graso no alcohólico (HGNA), relacionado con factores como obesidad, diabetes tipo 2 y otros componentes del síndrome metabólico, y que no está vinculado al consumo de alcohol; y el hígado graso alcohólico, que resulta del consumo excesivo de alcohol, afecta la función del hígado y contribuye a la acumulación de grasa.

Esta afección es común en personas con factores de riesgo como obesidad, diabetes tipo 2, dislipidemia e hipertensión. También es frecuente en aquellos que llevan un estilo de vida sedentario y consumen una dieta rica en grasas saturadas y azúcares refinados. Aunque antes se consideraba una enfermedad de adultos, hoy en día está en aumento en niños y adolescentes con sobrepeso y obesidad.

Las herramientas de detección incluyen análisis de sangre para medir los niveles de enzimas hepáticas, indicadores de inflamación y daño hepático; ultrasonido, que es el método más común para detectar grasa en el hígado; elastografía, técnica no invasiva que mide la rigidez del hígado y ayuda a detectar fibrosis; y biopsia hepática, utilizada en casos complejos o avanzados para determinar el grado de daño.

La prevención del hígado graso está directamente ligada a cambios en el estilo de vida y la reducción de factores de riesgo del síndrome metabólico. Mantener un peso saludable puede reducir la grasa hepática y mejorar otros factores de riesgo. El ejercicio regular mejora la sensibilidad a la insulina y contribuye a mantener un hígado saludable, mientras que el control de glucosa y lípidos en sangre, junto con el monitoreo y tratamiento adecuado de la diabetes, hipertensión y dislipidemias, son fundamentales.

La esteatosis hepática no alcohólica es hoy en día una de las principales causas de enfermedad hepática crónica y está estrechamente relacionada con la epidemia de obesidad.

La detección temprana y la educación son cruciales para prevenir la progresión de esta enfermedad. Es esencial que, como sociedad, prioricemos la promoción de estilos de vida saludables, el acceso a alimentos nutritivos y el control de enfermedades crónicas, para así reducir el impacto del hígado graso en nuestra población. Sin embargo, como diría Ramón de Campoamor: “Nada es verdad, nada es mentira, todo es según el cristal con que se mira”.

AGENCIAS / REDACCIÓN

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