• 22 de septiembre de 2024 12:17

Desde el cristal con que se mira… ´La Esperanza Nunca Muere: Su poder para sanar y transformar la salud y las instituciones´

Noticias de Actualidad de México y el Mundo -
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Por Jorge Guerrero

Existe un dicho popular que dice: “La esperanza muere al último”. Esta frase encapsula la creencia de que, incluso en las peores circunstancias, la esperanza persiste como un último refugio. Hoy abordamos la esperanza, una emoción poderosa que no solo influye en nuestro estado mental, sino también en nuestra salud física.

La esperanza es la creencia de que, a pesar de los desafíos, el futuro puede ser mejor. A diferencia del optimismo, que es una actitud general hacia la vida, la esperanza es específica y activa; impulsa a las personas a actuar para alcanzar metas concretas, incluso en circunstancias adversas.

En el ámbito de la salud mental, la esperanza actúa como un protector contra la depresión y la ansiedad. Las personas con esperanza manejan mejor el estrés y son más resilientes. En cuanto a la salud física, la esperanza puede mejorar la calidad de vida de quienes enfrentan enfermedades graves.

En situaciones de enfermedades graves o terminales, la esperanza puede parecer un recurso intangible, pero su impacto es notable. Para un paciente enfrentando un diagnóstico difícil, la esperanza puede ser la fuerza que le permite seguir adelante, buscando nuevas opciones de tratamiento, participando en ensayos clínicos o simplemente disfrutando del tiempo con sus seres queridos. Incluso cuando la curación no es una opción, la esperanza de vivir el tiempo restante con dignidad y propósito puede transformar la experiencia de la enfermedad.

Los pacientes con pronósticos inciertos o difíciles, a través de la esperanza, mantienen la posibilidad de mejorar o de preservar su independencia. Son más propensos a participar en terapias físicas y cognitivas que pueden retardar la progresión de la enfermedad y mejorar sus condiciones. Esta actitud proactiva ha demostrado no solo mejorar su estado físico, sino también su bienestar emocional.

Cultivar la esperanza requiere un enfoque intencional y constante, especialmente en tiempos difíciles. Para lograrlo, es fundamental establecer metas claras y alcanzables, lo que permite mantener un sentido de propósito y dirección. Es recomendable también mantener la flexibilidad mental, adaptarse a los cambios y aceptar que, aunque el camino sea incierto, siempre es posible encontrar oportunidades para avanzar.

Por ello, la esperanza no es solo una emoción; es una fuerza vital que nos guía hacia un futuro más saludable, tanto mental como físicamente.

La esperanza de lograr sistemas de salud más justos y eficientes es lo que impulsa a muchos a seguir luchando por un mejor futuro. Esta esperanza motiva a los profesionales de la salud y a las comunidades a buscar soluciones, innovar y no rendirse en el esfuerzo por construir un sistema de salud que realmente atienda las necesidades de todos.

Sin embargo, tanto en la salud como en la enfermedad, como bien dijo Ramón de Campoamor: “Nada es verdad, nada es mentira, todo es según el cristal con que se mira”.

AGENCIAS / REDACCIÓN

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