Por Jorge Guerrero
Los efectos del calor extremo sobre el carácter, temperamento y ánimo de las personas son un área de interés creciente, especialmente debido a que el cambio climático está aumentando la frecuencia e intensidad de las olas de calor.
Existe evidencia científica que indica que el calor puede elevar los niveles de irritabilidad y agresividad. Asociado frecuentemente con un aumento en la tasa de crímenes violentos y comportamientos agresivos, se cree que el calor afecta la regulación emocional, predisponiendo a las personas a perder el control sobre sus emociones. El calor intenso no solo puede causar fatiga y disminuir el estado de ánimo general, sino que también el cuerpo humano requiere de energía adicional para enfriarse, lo que puede derivar en un agotamiento que afecta tanto el estado de ánimo como el bienestar general. Además, el calor extremo puede impactar negativamente el rendimiento cognitivo, afectando la capacidad de concentración, la memoria y otras funciones cognitivas.
Esto influye en cómo las personas interactúan en situaciones sociales y laborales, ya que el estrés térmico puede exacerbar condiciones preexistentes de salud mental. Además, el calor puede influir en el comportamiento colectivo, modificando la dinámica social y las interacciones. Durante las olas de calor, es común un aumento en la hostilidad social y una disminución en la cohesión grupal.
La base científica de estos efectos se centra en estudios epidemiológicos y psicológicos que examinan cómo las fluctuaciones de temperatura afectan diversas funciones biológicas y psicológicas. Un estudio reciente difundido por el “Yale Journal of Biology and Medicine” revela que por cada grado Celsius de incremento en la temperatura ambiente, el riesgo general de muerte por agresión aumenta un 1.4%, especialmente en hombres, adolescentes y personas con menor nivel educativo. Esta información sugiere que el calor extremo puede modular regiones cerebrales encargadas de regular el estado de ánimo, incluyendo conductas agresivas y depresivas.
Además, el calor afecta no solo el comportamiento social, sino también el rendimiento cognitivo. Se ha demostrado que estudiantes y trabajadores expuestos a altas temperaturas experimentan una disminución en su rendimiento. El calor extremo también interfiere con los patrones normales de sueño, exacerbando condiciones como el estrés, la fatiga y la irritabilidad. Las altas temperaturas nocturnas pueden obstaculizar la capacidad del cuerpo para enfriarse, lo que afecta la calidad del sueño y, consecuentemente, la salud mental.
A medida que el planeta continúa calentándose, comprender y abordar el impacto emocional y conductual del calor se vuelve cada vez más urgente. Sin embargo, como diría Ramón de Campoamor, «Nada es verdad, nada es mentira, todo depende del color del cristal con que se mira». Reconocer estos efectos e implementar medidas para adaptarse y mitigar las repercusiones en la salud mental es el inicio de un enfoque más holístico en la lucha contra el cambio climático.
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