Durante semanas hemos reflexionado sobre los riesgos de la hiperconexión, la necesidad del ayuno digital, de la vigilia consciente y de exorcizar el ruido que habita en muchas plataformas digitales. Pero no todo en el entorno digital es negativo. Así como una herramienta puede lastimar o construir dependiendo de cómo se use, las redes sociales e internet también pueden convertirse en aliadas poderosas de la salud si se utilizan con criterio y propósito.
Hoy queremos mirar desde otro ángulo: el del potencial constructivo de lo digital.
En primer lugar, está el acceso inmediato a la información de salud. Hoy más que nunca, millones de personas pueden consultar temas médicos, identificar síntomas, conocer tratamientos, y —cuando la fuente es confiable— tomar decisiones más informadas. Desde plataformas de salud pública hasta foros de pacientes bien moderados, lo digital puede ayudar a derribar barreras geográficas, sociales y educativas.
Además, en un país donde el acceso a los servicios de salud no siempre es equitativo, las redes han permitido conectar a las personas con recursos que antes eran impensables. Un especialista que comparte consejos básicos, una organización que informa sobre campañas de vacunación o detección, o un grupo de pacientes que comparten experiencias: todos ellos contribuyen a una cultura de salud más horizontal y cercana.
También hay un beneficio emocional. El acompañamiento en línea puede ser clave para personas que viven procesos difíciles: enfermedades crónicas, duelos, depresión, ansiedad. Encontrar comunidad en momentos de vulnerabilidad puede marcar una diferencia enorme. Las redes, bien gestionadas, son un espacio donde alguien puede sentirse escuchado, comprendido, menos solo.
Incluso en la prevención, las redes juegan un papel activo. Campañas digitales bien diseñadas pueden cambiar hábitos: promover la actividad física, fomentar la salud mental, reducir el consumo de sustancias, mejorar la alimentación. El lenguaje visual, los testimonios reales, los retos virales con fines saludables… son estrategias que han demostrado impacto positivo, especialmente en jóvenes.
Por supuesto, todo esto implica un acto de selección. Así como en la alimentación elegimos lo que entra al cuerpo, en el mundo digital debemos elegir lo que dejamos entrar a nuestra mente y corazón. El criterio, la verificación de fuentes y la autorregulación emocional son habilidades tan necesarias como el conocimiento médico mismo.
Porque el futuro de la salud no está peleado con la tecnología. Está en cómo la usamos, en cómo la integramos con responsabilidad, y en cómo enseñamos a otros a navegar con conciencia. Hoy, más que nunca, la salud también se construye en línea. Si miramos el cristal digital con claridad, también podemos ver en él una ventana hacia el bienestar
Y como siempre decimos, citando a Ramón de Campoamor: “Nada es verdad, nada es mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.

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