• 11 de diciembre de 2024 21:57

Desde el Cristal con que se Mira: «Salud Fallida: El Reto de Aspirar a un Bienestar Integral»

Noticias de Actualidad de México y el Mundo -

Por Jorge Guerrero

Desde tiempos antiguos se ha reconocido que la salud es un pilar fundamental de la vida. Ya lo decía Arthur Schopenhauer y en México el Dr. Narro Robles : “La salud no lo es todo, pero sin salud, no hay nada”.

Tradicionalmente, la salud se ha entendido como la simple ausencia de enfermedad. No obstante, esta visión limitada ignora su verdadera esencia: un estado de bienestar integral que abarca lo físico, mental, emocional e incluso social. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud debe ser un equilibrio dinámico que permita a las personas desarrollar su potencial y vivir plenamente. Entonces, ¿qué ocurre cuando este equilibrio se rompe?

El concepto de salud fallida no se limita a la presencia de enfermedades graves o crónicas. Incluye aquellos momentos en los que, por negligencia propia o factores externos, dejamos de aspirar a un bienestar completo. Esto puede manifestarse en la falta de atención a nuestra alimentación, el descuido del ejercicio, la postergación de chequeos médicos o el olvido de la salud mental. Pero lo más preocupante es la desconexión con el hecho de que generar salud no es un acto pasivo, sino un compromiso constante.

Hablar de salud fallida también implica reflexionar sobre lo que significa generar salud. Esto no solo incluye evitar enfermedades, sino crear las condiciones necesarias para que el bienestar sea sostenible a lo largo de la vida. Generar salud requiere:

Cuidar lo que comemos, cuánto nos movemos, cómo gestionamos el estrés y qué relaciones cultivamos; requiere vivir en espacios que promuevan el bienestar, desde comunidades seguras hasta lugares de trabajo que respeten la salud física y mental de sus colaboradores; acceso a servicios de salud y asegurar que las personas puedan recibir atención médica de calidad en el momento oportuno, fomentando la prevención como eje central de las políticas públicas y, por último, empoderar y educar a la población con información clara y veraz para tomar decisiones conscientes.

Cuando la salud fallida se instala, las consecuencias no solo afectan a la persona, sino también a su entorno. Un cuerpo enfermo, una mente agotada o un espíritu sin motivación limitan nuestra capacidad de disfrutar la vida, de contribuir a la sociedad y de alcanzar metas personales. Además, los costos asociados —tanto económicos como emocionales— son altísimos para familias y sistemas de salud.

La salud debe ser una aspiración constante. No podemos evitar todos los riesgos ni controlar todos los factores, pero sí podemos construir hábitos, entornos y políticas que fomenten un bienestar integral. Como sociedad, necesitamos pasar de la cultura de la curación a la cultura de la generación de salud, donde la prevención sea una acción proactiva y no una reacción tardía.En este sentido, no basta con reconocer la importancia de la salud; debemos actuar con decisión para protegerla y promoverla. Porque, al final, solo tenemos una vida y, como dijo el poeta Ramón de Campoamor: “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el cristal con que se mira”.

AGENCIAS / REDACCIÓN

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