Por Ricardo Burgos Orozco
Desde 2020, en plena pandemia, no había visitado la estación Garibaldi – Lagunilla. Hace unos días volví a estar ahí. Todavía recuerdo que aquella ocasión había poca gente en el Metro porque estábamos temerosos de los contagios. Yo recuerdo que aquella ocasión tuve que visitar a un amigo enfermo que vivía por esa zona para llevarle algunos alimentos porque no podía salir de su casa y me pidió el favor, reconozco que salí con cierto miedo por tener que desplazarme desde el sur de la ciudad hasta esa zona tan populosa y cuando había muchos contagios.
En Garibaldi – Lagunilla, de la Línea 8, también se encuentra el Museo del Box en México, supuestamente dedicado a 47 figuras del deporte de las “orejas de coliflor” en nuestro país. Me dicen que antes había algunos objetos donados por los propios púgiles, pero se los han ido llevando y ahora en realidad sólo se conservan murales. Muy triste para ser considerado un museo, pero así lo mantienen las autoridades del Sistema de Transporte Colectivo.
Ahora la gente que pasa por Garibaldi – Lagunilla sólo puede observar imágenes de pugilistas famosos. La reciente ocasión que estuve había un costal de arena para entrenar y en una vitrina un par de guantes que nunca supe de quien fueron.
Desde niño me gustaba mucho el boxeo; confieso que ahora ya muy poco porque estoy en contra de la violencia y además, se acabaron los ídolos de mi infancia y juventud. Ya no están, entre otros: José Ángel “Mantequilla” Nápoles, cubano nacionalizado mexicano que para mí fue el mejor de todos los tiempos por su estilo tan elegante de pelear y de mostrar lo que significa esa disciplina: el arte de la defensa, no de los golpes sin ton ni son.
Otro de mis ídolos, Salvador Sánchez, fallecido en 1982 en un accidente automovilístico en plenitud de su carrera cuando le acababa de ganar de manera contundente al puertorriqueño Wilfredo Gómez, considerado en aquel tiempo “verdugo de mexicanos”. Muchos recuerdan esa gran pelea histórica de 1981 dominada de principio a fin por el hombre de Tianguistengo. También estaban Rubén “El Púas” Olivares, Rafael Herrera, Carlos Zarate, Humberto “La Chiquita” González, Vicente Saldívar, Miguel Canto y muchos más de aquellos años.
Mientras caminaba por los pasillos de la estación Garibaldi – Lagunilla hacia la salida, me acordé porqué le dicen al boxeo de las orejas de coliflor. Resulta que es una de las deformaciones más frecuentes parecidas a una forma de coliflor debido a los golpes repetidos en esta zona del cuerpo.
Sali de la estación Gariibadi – Lagunilla decepcionado del abandono en el que todavía se anuncia pomposamente como un museo, pero que ahora son recuerdos y sólo fotografías. Leí que cuando se inauguró este espacio llegaron autoridades de la Ciudad de México y algunos boxeadores de distintos niveles.
Ojalá que alguna ocasión se le prenda el foco al Metro y haga revivir ese lugar como un área llena de riqueza histórica del boxeo mexicano. Por ahora decepciona.
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