Por Simón Vargas Aguilar
El pasado 15 de enero comenzó la Reunión Anual del Foro Económico Mundial, con la participación en rubros como política, economía, cambio climático, educación y tecnología entre otros, de alrededor de unos 2,800 líderes de diversas partes del mundo, los cuales año con año se dan cita con el firme objetivo de seguir trabajando en encontrar las soluciones a los terribles flagelos que aún nos aquejan como sociedad.
Desafortunadamente, a pesar de todos los esfuerzos nuestra sociedad aún vive realidades desconcertantes y paradójicas, y es que de acuerdo con datos de OXFAM la riqueza de los multimillonarios ha aumentado a un ritmo desconcertante. Desde 2020, con la pandemia y la crisis del costo de la vida, el 1% más rico acaparó 26 billones de dólares (el 63% de la nueva riqueza generada), mientras que tan solo 16 billones de dólares (el 37%) llegaban al resto de la población mundial.
Por otro lado, nos enfrentamos a lugares donde la población muere de hambre, mientras que de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidad 570 millones de toneladas de alimentos se desperdician mundialmente al año; y aunque duela reconocerlo la realidad es lacerante y cada vez más extrema, mientras niños tienen que caminar horas hasta la escuela más cercana otros se niegan a continuar estudiando aún con algunas ventajas a su favor.
La preocupación por los diversos sufrimientos de la humanidad ha sido constantemente abordada por su Santidad el Papa Francisco, es así que el pasado 17 de enero, envió un mensaje al Prof. Klaus Schwab, Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial, en el cual mencionó que: “no basta con dejar a un lado los instrumentos bélicos, sino que hay que afrontar las injusticias que son la raíz de los conflictos. Entre las más significativas está el hambre, que sigue asolando regiones enteras del mundo […] La explotación de los recursos naturales y la explotación generalizada de hombres, mujeres y niños […]”
Es así que exhortó a los líderes mundiales a mirar más allá de los beneficios personales, y a repensar nuestro actuar moral frente a un mundo desgarrado por el sufrimiento humano, y es que es innegable que el año pasado fue complicado y este 2024 tendremos muchos más retos por delante, claro que los diversos conflictos armados y la desestabilización política y económica no ayudan a que las circunstancias sean más sencillas, sin embargo, estoy convencido que si la empatía, el amor al prójimo y el trabajo en equipo se vuelven ejes centrales de nuestro actuar, así la situación será menos compleja.
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