Por Simón Vargas Aguilar
Es cierto que con el paso de los años hemos sido testigos de grandes avances en todos los rubros de la vida y claro que aquellos relacionados con áreas como la tecnología y la salud han sido significativos, desafortunadamente, la rapidez que caracteriza nuestra cotidianidad ha hecho que en muchas ocasiones dejemos de lado situaciones importantes como los valores y el amor al prójimo.
Ante una era donde la violencia y el crimen son los protagonistas de los medios de comunicación es necesario resignificar nuestro amor al prójimo y mirar con mucha más compasión los problemas tanto personales como sociales; y es que no debemos olvidar las palabras de su Santidad el Papa Francisco: “La compasión te hace ver las realidades como son; la compasión es como la lente del corazón: realmente nos hace entender las dimensiones. La compasión es también el lenguaje de Dios”.
El término proviene del latín com (junto a, con) y pathos (sufrimiento); es una emoción que implica un verdadero y honesto amor por el prójimo y un compromiso con su dolor. La compasión no debe ser vista como un sentimiento de pena, sino como una importante conexión y entendimiento del sufrimiento ajeno.
La compasión nos impulsa a escuchar con paciencia, a compartir, a observar de una manera más clemente la preocupación del prójimo, pero sobre todo a verdaderamente hacer un esfuerzo por comprender el sufrimiento de los demás; y es que aunque queramos negarlo en muchas ocasiones nuestra indiferencia y ensimismamiento hacen que seamos menos conscientes y solidarios de las dificultades ajenas.
Hoy tenemos que preguntarnos ¿qué tan constantemente miro a otro lado?, ¿cuántas veces he dejado de ayudar a quien me lo ha pedido, o ¿Cuándo ayudo lo hago desinteresadamente? Estoy convencido que en un mundo tan caótico como el que tenemos, la compasión transforma la vida, no sólo individual sino también la comunitaria.
No podemos perder de vista que en diversos estudios se ha demostrado que las personas con relaciones sanas y compasivas cuentan con una mejor calidad de vida, están más sanas y son menos propensas a tener comportamientos de riesgo, y hasta llegar tener a tener adicciones.
Es indiscutible que la indiferencia ha contaminado la sociedad en diferentes niveles, que nuestro desinterés hiere no solo a las personas cercanas y familiares sino también al tejido social, impulsando que los valores pierdan su importancia y que en el constante afán de querer relativizar todo lo verdaderamente esencial este quede relegado.
La compasión es una de las emociones que nos orientan hacia el autentico camino de la justicia, no podemos olvidar que como diría el escritor estadounidense Carl Frederick Buechner: “[…] Es saber que nunca podrá haber realmente paz y alegría para mí hasta que finalmente haya paz y alegría para ti también”.
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