Por Simón Vargas Aguilar
Es probable que desde hace unos años, el tiempo dedicado a los hobbies, al ejercicio, las vacaciones, el descanso e incluso las horas recreacionales se hayan tornado un tema significativo para millones de personas, sobre todo para las nuevas generaciones; lo que sin duda auspicio a que personas como un servidor cuestionen la manera en la que habíamos jerarquizado los compromisos laborales.
Y es que no podemos negar que el trabajo se ha convertido en el centro de nuestra prioridad cotidiana, lo cual no digo que sea algo negativo, pero que sí debe ser reconsiderado, ya que durante años pasar tiempo reposando, viendo películas o no haciendo “nada” ha sido relacionado con adjetivos descalificativos como la holgazanería, la desidia, la pereza y hasta la vagancia.
Es innegable que la forma vertiginosa en la que el mundo comenzó a funcionar desde hace años nos ha hecho dejar de lado aspectos que, sin lugar a dudas, nos ofrecían balance, un espacio para reflexión y momentos en los cuales podíamos volver a encontrar nuestro centro como: el tiempo en familia, la lectura, el baile, la meditación y la apreciación del arte.
Ya lo mencionaba el filósofo Griego Sócrates: “los ratos de ocio son la mejor de todas las adquisiciones”; y es que la contemplación ha sido el punto de partida para el nacimiento de muchos descubrimientos por ejemplo, ¿qué hacía Isaac Newton cuando una manzana le golpeó la cabeza y se cuestionó sobre ello?, hoy es necesario que los espacios de reflexión tengan una nueva acepción, que sean entendidos como un verdadero tiempo para reconsiderar aquello que omitimos en la cotidianidad, un momento para nuestra propia introspección, una zona de desconexión.
El descanso se ha visto minimizado e incluso mirado bajo muchos prejuicios, por supuesto que no insto a que la gente viva sin un trabajo u objetivo el cual, claro, nos brinda un por qué y una dirección, sino en las horas laborales son tan necesarias como aquellas en las que disfrutamos de una excelente conversación, saboreamos una comida en familia o con amigos, leemos un buen libro o nos deleitamos con una película.
Hemos llevado a niveles insanos nuestro “compromiso” con el trabajo y la cultura de estar ocupados, el exceso laboral se ha convertido en un enemigo a vencer, y que desafortunadamente, incluso nos ha orillado a padecimientos físicos y psicológicos severos como: enfermedades cardíacas, estrés laboral, sobrepeso, tensión muscular, pérdida de cabello, insomnio, ansiedad, o disminución de autoestima, entre otros.
Estoy convencido que si le permitimos a la vida sorprendernos será de una grata manera, es probable que “relajarnos” a muchos nos cueste más trabajo que a otros, sin embargo, comenzar de a poco reconociéndonos hacia el interior nos permitirá que el estrés comience a ceder espacio, y que la paz por un instante recobre fuerzas frente a la angustia, la inquietud y el temor de un futuro incierto.
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