Por Simón Vargas Aguilar
¿Dónde terminan mis derechos y empiezan mis obligaciones?, ¿de qué forma contribuir a la reconstrucción del tejido social?, ¿la libertad debe ir acompañada de responsabilidad? En muchas ocasiones consideramos que nuestras acciones no repercuten en los demás, sin embargo, hoy más que nunca se debe repensar la importancia de este valor.
Ser responsable implica un compromiso con el prójimo y por supuesto debe existir respeto a su estabilidad emocional; este importante valor también actúa como uno de los pilares más significativos para el funcionamiento social, para el trabajo en equipo y para el desarrollo de proyectos laborales, sociales y familiares.
Es cierto que la violencia, el crimen y las agresiones se han hecho mucho más presentes, sobre todo en esta época electoral. El clima de confrontación contribuye a fomentar reacciones negativas y éstas nos alejan del civismo; es por ello que aunque es cierto que contamos con derechos no podemos alejarnos de nuestras obligaciones y responsabilidades ya que todas constituyen bloques importantes para la creación de nuestra democracia.
La libertad implica responsabilidad, bien lo diría el escritor Víctor Frankl: “A un hombre le pueden robar todo, menos una cosa, la última de las libertades del ser humano, la elección de su propia actitud ante cualquier tipo de circunstancias, la elección del propio camino.” Es cierto, no vivimos aislados, por lo que aunque algunas de las razones de nuestra felicidad se encuentran fuera del alcance de nuestras manos, también es innegable que la verdadera paz se construye desde el interior y se proyecta hacia el exterior.
Es indiscutible que nuestra sociedad ha sufrido cambios notorios y que las generaciones actuales han roto paradigmas y reestructurado esquemas que se consideraban incuestionables; es así que afortunadamente una de las situaciones que más se han abordado recientemente ha sido el determinante papel de la responsabilidad afectiva.
Esta importante habilidad se traduce en la capacidad de comunicar tanto nuestras propias necesidades de forma empática, amable y sin imposiciones, pero también implica escuchar de los demás sus planteamientos y claro, hasta miedos e inquietudes con el mismo aprecio con que buscamos ser oídos. Actuar de forma responsable implica no sólo decidir sino también asumir y trabajar en convertirnos en seres humanos íntegros, donde la concordancia entre lo que pensamos, decimos y actuamos sea afín con nuestros valores.
Hoy tenemos enfrente el reto de ser mejores personas, de construir una mejor sociedad y de elegir gobiernos que marcarán un rumbo crucial para el país. Actuemos con responsabilidad.
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