Por Simón Vargas Aguilar
Vivimos en una época donde se requieren actos de honestidad para reconocer errores, donde la integridad vuelva a ser el centro de nuestra conducta
Hace poco me enviaron una frase que se le atribuye al filósofo y matemático Francés René Descartes: “Parece que poder engañar es indicativo de inteligencia. Sin embargo, querer engañar es indudablemente indicativo de maldad o debilidad” la cual me hizo pensar significativamente sobre la manera en la que desafortunadamente, vivimos en una época donde pareciera premiarse y celebrarse la mentira y la deshonestidad.
Habrá que reconocer que mentir y engañar, aunque suelen usarse como sinónimos no lo son, y es mentir es dar datos falsos y el engaño siempre es intencional, busca manipular de alguna manera la información con la que contamos a fin de crear en los otros una imagen o idea errónea, y tristemente esto es lo que aparentemente predomina en nuestra actualidad.
Claro que no se puede generalizar; sin embargo, incluso las redes sociales se han utilizado como un instrumento para la desinformación y confiar se ha vuelto mucho más complicado. De acuerdo con información del Barómetro de Confianza Edelman 2024 no se confía en la mayoría de las instituciones para introducir mejoras e innovaciones en la sociedad, e incluso se desconfía activamente de los medios de comunicación.
En datos emitidos por este informe, en nuestro país las instituciones están en desequilibrio y el gobierno se percibe mucho menos competente y ético que las empresas y las ONG, pero además se menciona que el 80% de los encuestados afirma que los líderes gubernamentales intentan engañar deliberadamente a la gente diciendo cosas que saben que son falsas o exageraciones graves.
Tristemente con el paso de los años hemos ido perdiendo la confianza no sólo en los políticos sino también en muchos profesionistas, las promesas incumplidas y las malas acciones nos han llevado a ser mucho más desconfiados, sobre todo porque contrario a lo que podría creerse incluso la tecnología se ha usado para engañar y realizar actos fraudulentos, por ejemplo, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) del INEGI, la extorsión es uno de los delitos más frecuentes en México, junto con el robo o asalto en calle o transporte público y el fraude.
Vivimos en una época donde se requieren actos de honestidad para reconocer errores o mala praxis, donde la integridad vuelva a ser el centro de nuestra conducta; ante momentos complicados como los que vivimos es necesario que el tejido social se reestructure y que los valores se conviertan en verdaderos ejes que nos impulsen a ser buenas personas.
Hoy se requiere de compromiso y determinación, dejar de lado el egoísmo y trabajar juntos para reestructurar todo lo que con el tiempo se ha ido perdiendo; debemos alejarnos de la prevalencia de la ley del más fuerte, pero sobre todo comprender que ya no habrá un bien personal sino hay uno comunitario, porque la construcción de la paz que tanto anhelamos implica una reconstrucción de la confianza, pero fundamentalmente de la verdad y recordemos lo que dijo San Agustín: “Sólo la verdad os hará libres” (Juan 8:32).
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