EFE.-El centro de la localidad fronteriza estadounidense de El Paso (Texas) y los albergues de la ciudad amanecieron en calma con un incremento menor de migrantes del esperado, tras el levantamiento del Título 42, una norma que permitía la expulsión en caliente de los refugiados.
El fin de esta controvertida medida empujó a muchos migrantes a buscar precipitadamente cruzar la frontera hacia Estados Unidos y desató el miedo de las autoridades a un mayor aumento del flujo migratorio.
“La llegada de migrantes a nuestro albergue ha sido muy lenta frente a lo que nos esperábamos”, aseguró John Martin, director del centro Opportunity Center, donde hasta hace solo tres días se refugiaba cerca de un millar de indocumentados.
Hoy, el centro alberga a 183 migrantes, 102 de los cuales llegaron este jueves, explica Martin antes de subrayar: “No estamos viendo el impacto que creíamos que íbamos a ver” tras el fin del Título 42.
Arturo Díaz, uno de los responsables del albergue, confirmó que la reducción fue posible gracias a que las autoridades dijeron que los iban a ayudar, por lo que decidieron entregarse en masa.
“Desgraciadamente nos dimos cuenta de que deportaron a varios, no sabemos por qué, pero habían dicho que los que tuvieran antecedentes penales, yo no sé (…). Los únicos que se han quedado son los que no tienen dinero o no tienen apoyo de nadie”, subraya Díaz en las oficinas de Opportunity Center.
Sus impresiones concuerdan con las palabras del subsecretario de Política Fronteriza e Inmigración del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Blas Núñez-Neto, quien afirmó que no se ha detectado un incremento sustancial de los cruces de migrantes en las primeras horas transcurridas desde el levantamiento del Título 42, aunque apuntó que era pronto para ofrecer cifras oficiales.
“Podemos afirmar que no hemos visto ningún aumento sustancial en la migración esta mañana”, explicó el funcionario, quien, sin embargo, dijo que las detenciones en la zona siguen siendo “elevadas”.
Desde México, el canciller Marcelo Ebrard afirmó que el flujo migratorio ha descendido desde la noche del jueves.
“En pocas palabras, para sintetizar, el flujo va bajando al día de hoy, por lo menos hasta esta hora no hemos tenido confrontaciones ni situaciones de violencia en la frontera”, aseguró.
Por su parte, el alcalde de El Paso, Oscar Leeser, confirmó que se han visto menos migrantes llegando a esta área, la que más tráfico de refugiados ha experimentado en los últimos seis meses.
Según Leeser, el flujo migratorio visto en las dos semanas anteriores al vencimiento de la norma sanitaria impuesta durante la presidencia de Donald Trump (2017-2021) se debió a que los migrantes “tenían la impresión y, por desgracia, se les dijo que si llegaban aquí antes de la expiración del título 42 podrían permanecer en Estados Unidos y obtener asilo político”.
Leeser apuntó que ayer se registró un pico de mil 800 migrantes detenidos, que se encontraban en su mayoría en las puertas de la valla fronteriza 40 y 42 y que fueron trasladados para su procesamiento a los centros de la Patrulla Fronteriza.
Asimismo, precisó que los albergues y alojamientos hoteleros puestos a disposición por las autoridades han acogido en las últimas 24 horas a 150 personas que ya han superado el triaje de las fuerzas de seguridad.
En el refugio instalado en la antigua escuela Basset, que fue inaugurado el miércoles y que ya ha recibido a los primeros migrantes, un agente de seguridad armado impide a los periodistas acercarse a las instalaciones.
Entre los migrantes que fueron liberados ayer por las autoridades con la documentación para continuar su proceso de solicitud de asilo está Kevin Padrón, un venezolano de 22 años que quiere ser chef de cocina.
Hoy ha dormido a la intemperie, en la acera de la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, en el centro de El Paso. Cuenta que fue detenido el jueves 4 de mayo y puesto en libertad ayer y que no ha viajado todavía porque un amigo que le iba a ayudar no contesta al teléfono.
“A ver si me mandan plata y si no a esperar a ver si puedo trabajar algo y sigo”, dice Kevin, que quiere viajar hasta Salt Lake City (Utah), donde espera cumplir su “sueño americano, como le dicen”.
No muy lejos se encuentra el colombiano Roima Sarmiento, de Cartagena, que lleva un brazo parcialmente enyesado porque que se lo partió hace una semana intentando subir en La Bestia, el tren de carga en el que muchos refugiados cruzan México.
Tardó un mes y quince días en llegar a El Paso: “Porque veníamos pidiendo y caminando. La gente colabora mucho en el camino y se solidariza”, cuenta, antes de recordar la dificultad de atravesar la selva del Darién “por los grupos al margen de la ley. Atracan a Raimundo y a todo el mundo. La gente pierde su dinero, teléfono, prendas personales, cosas de valor”.
Lo más duro, dice, fue el tren, donde se rompió el brazo, porque para subirse cuando estaban en Irapuato (Guanajuato), como explica un compañero suyo, “hay que salir corriendo y agarrarse uno, así, plas”.
“Pero yo me monté en una que tenía grasa y cuando yo agarro y voy a tirar, me solté y caí al suelo al puro asfalto“, dice antes de quejarse de que las autoridades migratorias “no me prestaron ni cinco de atención”.
Con información de EFE
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