Por Jorge Guerrero
En colaboraciones anteriores, hemos explorado cada punto del Decálogo del «Buen Trato» y su importancia en la relación médico-paciente. Hoy, nos enfocaremos en “los derechos de los pacientes”.
En el ámbito de la atención médica, los pacientes no solo reciben tratamientos y diagnósticos; son fundamentales en la toma de decisiones sobre su propia salud. En México, los derechos del paciente no son solo normas, sino la columna vertebral que sostiene una atención médica ética y respetuosa.
Recibir atención médica adecuada es el punto de partida. El derecho del paciente a recibir un cuidado acorde a sus necesidades, con calidad y eficiencia, no es una concesión, sino un compromiso que se debe cumplir sin excepción. Este derecho se entrelaza con el segundo: el trato digno y respetuoso. Los pacientes merecen empatía, consideración y respeto en todo momento, independientemente de su condición o diagnóstico.
La información clara y oportuna es la herramienta que empodera al paciente. Garantizar que cada individuo comprenda su diagnóstico, tratamiento y posibles procedimientos médicos es esencial. Para ello, es clave el derecho a decidir libremente sobre su atención. La participación activa del paciente en las decisiones médicas es crucial para una atención centrada en la persona.
El consentimiento informado es una manifestación de la autonomía del paciente. Otorgar o negar el consentimiento para procedimientos médicos después de recibir una explicación detallada es un derecho irrefutable. Asimismo, el respeto a la confidencialidad es un deber ético que resguarda la información médica y personal del paciente.
La posibilidad de buscar una segunda opinión médica y recibir atención de urgencia sin discriminación son garantías que aseguran un cuidado integral e igualitario para todos. Contar con un expediente clínico preciso y la libertad de expresar inconformidades o quejas completan este decálogo de derechos.
Estos derechos no solo son normativas, son la base para una atención médica humanizada y respetuosa. El paciente, con sus derechos, es el eje central de un sistema de salud empático y ético.
El respeto a la dignidad, la autonomía y la participación activa del paciente constituyen los cimientos de una atención médica de calidad. Garantizar estos derechos no es solo una responsabilidad legal, es un compromiso ético que debemos respetar y defender.
El verdadero progreso en la atención médica comienza al reconocer y respetar los derechos fundamentales del paciente. Mirar a través de este cristal revela no solo obligaciones, sino también una oportunidad para un cuidado médico más humano y centrado en la persona.
Todo lo anterior se basa en la idea de que en salud, como en todo, como bien dijo Ramón de Campoamor, “nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con el que se mira”.
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